#1 El año que encontré mi voz
El poder de ‘speak your truth’: cómo una frase transformó mi vida. Expresar tu verdad y vivir en coherencia
La primera vez que escuché la expresión “di tu verdad” fue en inglés y la sentí como si la hubiera esperado toda mi vida. “Speak your truth”, así, en modo imperativo. La frase me llenaba de dignidad, de legalidad, de derecho a la existencia. También me entregaba la responsabilidad de alzar mi voz y moldear mi presencia en el mundo. No lo hice. Ni siquiera entendí la relevancia de aplicar aquel mandamiento. Pero sí la sentí. Una luz se prendió en esa parte de mí que siempre había buscado permiso y autoridad para tomar la palabra. Diez años después, expresar y materializar mi verdad se ha convertido en una mano que me levanta cada mañana.
El contexto de Boston y su impacto
Frases como “speak your truth”, “embrace your story” o “raise your voice” formaban parte de las conversaciones habituales en el ambiente en el que me movía en Boston: clases de inclusión y diversidad, grupos de mujeres que habían sufrido algún tipo de invasión, cursos de escritura para sanar. La idea clave del mensaje radicaba en crear una nueva narrativa que reflejara tu experiencia en primera persona para liberar la emoción, dignificar tu historia, tomar el aprendizaje y avanzar hacia un capítulo en el que tu voz ocupara su lugar. Todo me parecía revolucionario. Al margen de posibles usos políticos al vincular aquellas premisas con minorías sociales, esas frases se convirtieron en mantras al alcanzar un rincón profundo en mi interior cubierto por culpa y vergüenza.
Yo venía de la tradición del “ver, oír y callar”, de disimular las diferencias y de levantar la mano en clase sólo cuando te sentías muy segura de lo que ibas a decir. En la escritura que había practicado hasta entonces, sobre todo en los medios, mi presencia quedaba en la sombra. Y llevaba años anotando mis reflexiones en mi diario, pero de forma íntima, casi clandestina, como si esas palabras sólo se pudieran pronunciar en secreto.
La evolución de mi voz
En aquellos años en Nueva Inglaterra, rodeada de gente ajena a mi historia, me invitaban constantemente a liberar mi voz. Al final, lo conté todo, todo de lo que era consciente. Muchas veces, tuvieron que animarme a hablar por mí, a definir las emociones incómodas, y a romper los muros de silencio y complacencia que había construido desde niña.
“Lo que buscamos es equilibrio, no armonía”, me dijo una vez mi astrólogo favorito al explicarme la cuadratura entre Venus y Marte en mi carta astral.
Después descubrí que el mayor reto no terminaba en escribir, ni en explicar tu verdad en un círculo con disposición a validarla. El desafío continuaba con la coherencia: dar forma al testimonio que había quedado en el papel y crear un estilo de vida acorde, a pesar de los conflictos que provocara. Batallas que ya habían asomado con los antiguos “demasiado sensible”, “demasiado analítica”, “demasiado idealista”. Todavía no me había dado cuenta del precio que pagaría por mi tendencia a evitar el conflicto y acoplarme a verdades ajenas, incluso si eso implicaba silenciar la mía. Y yo que sólo buscaba armonía. “Lo que buscamos es equilibrio, no armonía”, me dijo una vez mi astrólogo favorito al explicarme la cuadratura entre Venus y Marte en mi carta astral.
La búsqueda del equilibrio
En mi caso, esa verdad en evolución se fragua en un sistema nervioso con disposición a pensar, sentir y percibir mucho. Una ola que puede llevarme hasta los corales más brillantes de las zonas oscuras, pero también cortarme la respiración, congelarme y desplomarme por agotamiento. De nuevo, la necesidad de encontrar el equilibrio antes de que el vendaval nos invada. Utilizar la intensidad, la estimulación constante, y la incansable búsqueda de profundidad y belleza como una guía hacia los síes y los noes de tu visión. Sí, requiere valentía y, a menudo, también ayuda.
No sé tú, pero yo todavía estoy en el camino. Más allá de un marco de valores, como la libertad, la compasión o la creatividad, ahora presto atención a las verdades cotidianas: la conversación en la que algo me suena raro, la mirada que me incomoda, la sonrisa que sí me creo, la rutina que me rompe, la que me inspira. Una suma de pistas diarias para fortalecer mi voz interior antes de que otra ola me desborde por dentro.
Como dice el psicólogo Omar Rueda:
“Adáptate a tu propia naturaleza. El pingüino no tiene por qué volar si lo suyo es bucear. Aprende a bucear para buscar tu propio mensaje, tu verdad. Comparte tu profundidad e invita a otros a bucear contigo”.
Preguntas para encontrar tu verdad
¿Y tú? ¿Ya has identificado tu versión de la historia? Te dejo dos ejercicios por si quieres empezar o seguir conectando con tu verdad:
Escribe de la manera más automática posible a partir de este pie forzado: “Lo que me gustaría decir es…” Conecta con tu respiración y con las sensaciones físicas para escribir desde un lugar más completo y conectado con las emociones escondidas. Dedica tres minutos y observa a dónde te lleva esa idea.
Imagina que tienes la atención de todo el mundo durante unos minutos, ¿qué mensaje te gustaría transmitir? Déjate llevar y escribe sobre la primera idea que te ha venido a la mente.
Si quieres enviarme tus textos para recibir mis comentarios sobre tus patrones de escritura, mándame un mensaje y lo revisamos. Nos vemos en la siguiente carta. Gracias por estar aquí. Te mando un abrazo.
¿Has pensado en alguien cuando leías esta carta? ¿Y si se la mandas?
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